La cerveza, una gran aliada contra los excesos de Navidad

Puede ser la bebida «idónea» para acompañar las comidas ligeras tras los excesos alimenticios

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La cerveza, siempre y cuando se beba de forma moderada, puede ser la bebida «idónea» para acompañar las comidas ligeras, tras los excesos alimenticios cometidos durante las celebraciones de Navidad.

Y es que, una caña de cerveza tradicional tiene un contenido alcohólico escaso y pocas calorías y, además, esta bebida aporta proteínas, hidratos, es rica en minerales como el potasio, fósforo o silicio y contiene vitaminas del grupo B y antioxidantes naturales.

«Seguir las pautas de una dieta moderada en la que incluir todo tipo de alimentos y bebidas como la cerveza, y otras fermentadas, es fundamental, siempre y cuando se mantenga un consumo responsable», ha comentado la doctora del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid), Purificación Martínez de Icaya.

Dicho esto, la experta ha recordado que para mantener una alimentación sana y equilibrada es necesario comer y beber despacio, establecer unos horarios razonables de comida, no espaciar demasiado las tomas y controlar las cantidades de alimentos y proporción de los nutrientes.

Asimismo, y con el objetivo de depurar el cuerpo después de comidas copiosas, Martínez de Icaya ha aconsejado «olvidarse» de todos los alimentos consumidos en exceso durante las fiestas, comer un plato único si tiene un gran aporte de hidratos de carbono o, como segunda opción, un primer plato con poco aporte energético y un segundo de carne magra o pescado al horno. Los postres, prosigue, deben ser lo «más naturales» posibles, preferiblemente una o dos piezas de fruta.

No obstante, la experta ha avisado de que «limpiar» el cuerpo tras los excesos «nunca debe ser sinónimo» de «autoimponerse» un régimen sin control médico. «Es más efectivo seguir unas pautas de comportamiento a la hora de comer una dieta amplia y variada. Planificar las comidas, masticar bien los alimentos y dosificar las ingestas a lo largo del día son elementos claves para conseguir una buena salud y mantener la línea», ha zanjado.

Treinta años ‘resucitando’ personas

Los desfibriladores implantables salvan la vida de aquellas personas que sufren una parada cardiaca o muerte súbita

Cedida por Ing. Araceli Salas ( Medtronic)
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El primero fue un paciente de Ceuta que viajó a Barcelona para que se le implantara un desfibrilador. Ya han pasado 30 años de este hito médico en España y desde aquel 16 de junio de 1984 los desfibriladores han llegado para quedarse y han supuesto una mejoría en la calidad de vida de aquellas personas que lo necesitaban.

«En los primeros años hablábamos de resucitar al paciente, un concepto totalmente novedoso», apunta Antoni Bayes, el primer español que implantó un desfibrilador en el hospital San Pablo de Barcelona. Se trataba del «milagro de la resucitación», señala Concepción Moro, puesto que tras una muerte súbita, gracias a la acción de este aparato, se «vuelve a la vida» en unos pocos segundos. «Algo ciertamente parecido al milagro de Lázaro», compara esta cardióloga cuyo equipo del hospital Ramón y Cajal de Madrid fue uno de los pioneros en España.

Hasta esa fecha existían los desfibriladores externos, aparatos que producen una descarga eléctrica sobre el tórax de una persona que ha sufrido una parada cardíaca; sin embargo, señala Moro, fuera de un hospital la persona que experimentaba una fibrilación ventricular seguía muriendo súbitamente, porque resultaba imposible revertir la arritmia antes de que se produjera el daño cerebral irreversible. «Necesitábamos urgentemente algo para prevenir estas muertes», recuerda Bayés. El concepto de desfibrilación no era nuevo, asegura este experto que actualmente trabaja en el Hospital Quirón de Barcelona, pero «muchas personas seguían muriéndose por la calle».

Fue un médico polaco llamado Michel Mirowski el primero en tener la genial idea de diseñar un dispositivo implantable que permitiera evitar la muerte súbita cardiaca. La idea le vino a la cabeza tras la dolorosa experiencia de perder un amigo que sufrió una muerte súbita e inesperada. La muerte súbita, explica la doctora Moro, sigue siendo frecuente: se estima una incidencia en Europa, similar a la de EE.UU., de 350.000 episodios anuales. La causa principal del 75-80% de los casos es la arritmia más letal que puede darse en el corazón, la fibrilación ventricular.

La fe y el empuje de este médico polaco, sumado a la tecnología, permitieron el desarrollo de un desfibrilador miniaturizado. Hay que recordar, explica Moro, que en la década de los 80, ya existía una larga experiencia con los marcapasos, aparecidos en la década de los sesenta y que servían para controlar los ritmos cardiacos anormalmente lentos. El nuevo dispositivo estaba enfocado a tratar los ritmos cardíacos rápidos y malignos, como la fibrilación y la taquicardia ventricular.

Treinta años ‘resucitando’ personas
Desfibrilador totalmente subcutáneo

Los primeros dispositivos, recuerda Bayés, eran muy grandes y se implantaban en el abdomen y mediante unos cables se conectaba con el corazón. «Ahora son muchos más pequeños», asegura Jerónimo Farré, otro de los pioneros en implantar desfibriladores en España. «Se ha avanzado mucho en la miniaturización, todo es ahora mucho más pequeño que hace 30 años», comenta el experto de la Fundación Jiménez Díaz.

¿Cómo funcionan?

Los desfibriladores reciben una señal eléctrica continua con información del ritmo cardiaco del paciente y cuando es necesario, por una arritmia, producen una descarga de forma automática. Ahora bien, señala Moro, «administrar un choque eléctrico sobre el corazón no es inocuo y además es doloroso. Es decir, aplicar choques sin que el paciente lo necesitara no es gratuito, pero todavía podía ser más grave la situación opuesta, es decir que el paciente iniciara la fibrilación ventricular y el dispositivo no la tratara, por no reconocer la arritmia».

Fue en 1980 cuando se implantó el primer desfibrilador en un paciente. Comenzaba así la experiencia clínica con el denominado desfibrilador automático implantable. Los pioneros, la Universidad John Hopkins, plantearon un estudio en todo el mundo en el que participaron dos centro españoles: el hospital Santa Cruz y San Pablo de Barcelona y la Fundación Jiménez Díaz en Madrid. El estudio finalizó con resultados muy positivos y en 1985 se aprobó su uso en el mundo. Desde entonces, la eficacia de este dispositivo para evitar la muerte súbita se ha consolidado y son ya millones de personas los que los llevan.

La evolución del desfibrilador en estos 30 años ha sido imparable: más pequeños, más eficaces y más selectivos, comenta Moro. «De la zona abdominal han pasado a alojarse debajo de la clavícula, como cualquier marcapasos convencional; de precisar una operación quirúrgica con anestesia general para su implante, hoy es todo mucho más sencillo. Así al simplificarse el implante, se ha pasado de tener una mortalidad del 4% a una por debajo al 1%». Además, explica Moro, desde hace unos pocos años existe también la posibilidad de implantar un desfibrilador con un sistema totalmente subcutáneo, tanto para la detección como para el tratamiento de las arritmias del paciente.

Treinta años ‘resucitando’ personas
Desfibrilador actual con la sonda y las resistencias intracardiacas con el dispositivo en posición pectoral

Los dispositivos actuales, explica Bayés, son multiprogramables y tienen algoritmos de detección cada vez mas sofisticados e inteligentes. Pero, asegura el cardiólogo catalán, «debemos ir reduciendo las infecciones y perfeccionar para evitar las descargas inapropiadas». Porque, comenta, «todavía hay personas que se mueren a pesar de los desfibriladores».

En este sentido Farré comenta que uno de los retos es la identificación precisa de aquellas personas que debería portar un desfibrilador. Actualmente, apunta por su lado Moro, los principales candidatos a recibir un desfibrilador automático son: personas que ha tenido arritmias o infartos previos, como una vía de prevención secundaria en persona mayores; personas con miocardopatías, hipertrofias o síndromes coronarios, que generalmente son más jóvenes, y en pacientes añosos son corazón desgastado.

En España, según el Registro Español de Desfibrilador Automático Implantable de 2012, se ponen unos 4.000 dispositivos al año, cifras inferiores a las de otros países que no quiere decir que se está haciendo peor. «Se puede decir que lo estamos haciendo mejor al ser más conservadores y seleccionar mejor a los pacientes», indica Farré.

Numerosos estudios clínicos han comprobado la superioridad de los desfibriladores sobre los fármacos antiarrítmicos en la prevención de la muerte súbita en sujetos considerados de alto riesgo. Asimismo, el coste/eficacia de esta terapia ha sido analizada repetidamente dado el alto precio de estos aparatos y siempre la conclusión de estos estudios ha sido favorable a los desfibriladores.

18.000 euros

Otro tema es el coste. «No son baratos –asegura Moro-, aunque afortunadamente estamos muy lejos de los 4 millones de pesetas (24.000 euros)». Hoy en día su coste está en torno a los 18.000 euros, «pero hay que añadir que no son para toda la vida: hay que renovarlos cada 4 o 5 años», afirma la cardióloga.

Bayés concluye que «los avances tecnológicos no tienen fin». Así, los dispositivos serán cada vez más complejos y reducidos, pero permitirán «tratar y diagnosticar al mismo tiempo», controlar a los pacientes «a distancia» y mejorar no solo la calidad de vida, sino también «la esperanza de vida de los pacientes».

Un estudio sugiere una relación de la falta de sueño con la demencia

Los hallazgos muestan que los niveles de oxígeno en sangre bajos y un sueño de ondas lentas reducido pueden contribuir a los procesos que conducen a deterioro cognitivo

 
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Las personas que tienen apnea del sueño o pasan menos tiempo en un sueño profundo pueden ser más propensas a sufrir cambios en el cerebro que están asociados con la demencia, según concluye un nuevo estudio publicado este miércoles en la edición digital de «Neurology». El estudio ha visto que las personas que no cuentan con la mayor cantidad de oxígeno en la sangre durante el sueño, algo que ocurre en la apnea y condiciones como el enfisema del sueño, son más propensas a padecer pequeñas anomalías en el tejido cerebral, llamados microinfartos, que los individuos con niveles más altos de oxígeno en la sangre. Estas anomalías se asocian con el desarrollo de la demencia.

Además, las personas que pasaban menos tiempo en sueño profundo, llamado sueño de ondas lentas, tendían más a sufrir pérdida de células cerebrales que quienes pasaban más tiempo en un sueño de ondas lentas. El sueño de onda lenta es importante en el procesamiento de nuevos recuerdos y recordar hechos y la gente tiende a pasar menos tiempo en el sueño de ondas lentas a medida que envejecen. La pérdida de las células del cerebro también está relacionada con la enfermedad de Alzheimer y la demencia.

Los investigadores realizaron pruebas de sueño a 167 hombres en su hogar cuando tenían una media de 84 años y se les siguió hasta que fallecieron, unos seis años más tarde. Se les realizaron autopsias de sus cerebros para identificar microinfartos, pérdida de células cerebrales, placas y ovillos asociados con la enfermedad de Alzheimer y cuerpos de Lewy que se encuentran en la demencia con cuerpos de Lewy.

Microinfartos

Los participantes se catalogaron en cuatro grupos, cada uno con entre 41 y 42 miembros, en función del porcentaje del tiempo transcurrido con niveles de oxígeno en sangre más bajos de lo normal durante el sueño, con el grupo más bajo que pasó el 13 por ciento del tiempo o menos con bajos niveles de oxígeno y el más alto que estuvo entre el 72 y el 99 por ciento de la noche con bajos niveles de oxígeno. De los 41 hombres en el grupo más bajo, cuatro presentaban microinfartos en el cerebro, mientras que 14 de los 42 hombres en el grupo más alto poseían anormalidades, lo que hace que tengan casi cuatro veces más probabilidades de sufrir daño cerebral.

Estudios anteriores también han mostrado una relación entre las fases de sueño y demencia. Para este trabajo, los participantes se dividieron de nuevo en cuatro grupos en función del porcentaje de la noche que estuvieron en el sueño de onda lenta. De los 37 hombres que pasaron menos tiempo en el sueño de ondas lentas, 17 tenían pérdida de células cerebrales, en comparación con siete de los 38 hombres que estuvieron la mayor parte del tiempo en el sueño de ondas lentas. Los resultados fueron los mismos después de ajustar por factores tales como fumar y índice de masa corporal y después de excluir a los participantes que habían muerto al comienzo del periodo de seguimiento y los que registraban puntuaciones bajas en las pruebas cognitivas al inicio del estudio.

«Los hallazgos sugieren que los niveles de oxígeno en sangre bajos y un sueño de ondas lentas reducido pueden contribuir a los procesos que conducen a deterioro cognitivo y demencia», resume la autora de la investigación, Rebecca P. Gelber, del VA Pacific Islands Health Care System y del Pacific Health Research and Education Institute, en Honolulu (EE.UU.).

Apnea obstructiva del sueño

No obstante la experta considera necesaria más investigación para determinar cómo el sueño de ondas lentas puede jugar un papel restaurador de la función cerebral y si evitar los niveles bajos de oxígeno en la sangre puede reducir el riesgo de demencia. Gelber destaca que un estudio anterior mostró que el uso de una máquina de presión positiva continua (CPAP) para la apnea obstructiva del sueño puede mejorar la cognición, incluso después de que la demencia se ha desarrollado. No hubo asociación entre las medidas del sueño y el nivel de placas y ovillos.

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