Dos tipos de dieta se relacionan con una mejor evolución del alzhéimer

Los pacientes que seguían la dieta mediterránea o la MIND tenían menos placas y ovillos neurofibrilares cerebrales


MORENO, S. (12 de marzo de 2023). Dos tipos de dieta se relacionan con una mejor evolución del alzhéimer. Diario Médico. Recuperado de www.diariomedico.com

Los hábitos alimentarios saludables que priman el consumo de verduras y frutas se han asociado a menor placa de proteína beta-amiloide y de ovillos neurofibrilares de tau en la enfermedad de Alzheimer, hecho observado en autopsias.

Así lo refiere un reciente estudio en Neurology, que incluyó a 581 participantes a los que se siguió hasta su fallecimiento, y en los que realizaron los estudios cerebrales postmorten.

El trabajo analizó el impacto de dos tipos de alimentación: la dieta mediterránea y la MIND. La MIND es un tipo de alimentación ideado por la epidemióloga nutricional Martha Clare Morris, que dirigió a un equipo de investigadores en el Centro Médico de la Universidad Rush, en Chicago, para indagar en la conexión entre dieta y enfermedad de Alzheimer.

Ambos patrones alimentarios son muy parecidos, pero mientras que la dieta mediterránea propugna el consumo de verduras, fruta, cereales integrales, legumbres, frutos secos y tres o más raciones de pescado a la semana, la MIND da prioridad a las verduras de hoja verde como las espinacas, la col rizada y la berza, junto con otras verduras. También recomienda la ingesta de frutos del bosque frente a otras frutas y aconseja una o más raciones de pescado a la semana.

Tanto en la dieta MIND como en la mediterránea se incluyen pequeñas cantidades de vino.

El estudio realizado con autopsias se ha desarrollado por el equipo del Centro Médico de la Universidad Rush, bajo la dirección de la epidemióloga nutricional Puja Agarwal. El trabajo no establece una relación causal entre las dietas y la reducción de las placas y ovillos en la enfermedad de Alzheimer, si bien revela que cada aspecto de las dietas saludables cumplido -como comer más de seis raciones de verduras de hoja verde a la semana o no comer alimentos fritos- se asoció con menos placas amiloides en el cerebro, similar a tener unos cuatro años menos.

"Aunque nuestra investigación no prueba que una dieta sana se traduzca en menos depósitos cerebrales de placas amiloides, conocidas por ser un indicador de la enfermedad de Alzheimer, sabemos que existe una relación, y que seguir las dietas MIND y mediterránea puede ser una forma de que las personas mejoren su salud cerebral y protejan la cognición a medida que envejecen”, argumenta Puja Agarwal.

Donación de cerebro

El trabajo incluyó a personas con una edad media de 84 años, que accedieron a donar sus cerebros para la investigación.

Los participantes fallecieron una media de siete años desde el inicio del estudio. Justo antes de morir, al 39% de los participantes se les había diagnosticado demencia. Cuando se les examinó tras la muerte, el 66% cumplía los criterios de la enfermedad de Alzheimer.

El patrón de dieta mediterránea se clasificó puntuando el consumo de once categorías de alimentos, como cereales integrales, frutas, verduras, legumbres, frutos secos, aceite de oliva, pescado y patatas. La puntuación bajaba si comían carne roja, aves de corral y productos lácteos enteros.

La dieta MIND constaba de 15 categorías: verduras de hoja verde, otras verduras, frutos secos, bayas, alubias, cereales integrales, pescado, aves de corral, aceite de oliva y vino. Perdían un punto si comían más de lo recomendado en cinco grupos de alimentos poco saludables, como carne roja, mantequilla y margarina, queso, bollería y dulces, y comida rápida y frita.

Tras ajustar la edad en el momento de la muerte, junto con factores que pueden influir como el sexo, la educación, la ingesta total de calorías y si las personas tenían un gen vinculado a un mayor riesgo de enfermedad de Alzheimer, los investigadores descubrieron que las personas del estudio que seguían con la máxima fidelidad la dieta mediterránea tenían una cantidad media de placa beta-amiloide y ovillos neurofibrilares similar a la de personas 18 años más jóvenes, en comparación con los que seguían peor la dieta mediterránea. Las personas mejor adheridas a la dieta MIND tenían indicadores de la neuropatología de alguien doce años menor, comparados con los que no comían de acuerdo a la MIND.

Con pruebas de imagen y biomarcadores

En investigaciones anteriores se ha constatado, mediante pruebas de imagen y con biomarcadores como el líquido cefalorraquídeo, que hay un nexo entre la dieta saludable y el alzhéimer, establecido en sus indicadores cerebrales. Así lo ha hecho un estudio que midió esa neuropatología a través de pruebas de imagen en 44 adultos entre 40 y 85 años con cambios leves en la memoria, pero sin presentar aún demencia. O este otro que mostró menos patologías amiloide y tau, mayor volumen cerebral en regiones asociadas a la enfermedad y mejor funcionamiento de la memoria entre los individuos que seguían la dieta mediterránea.

Compuesto del té verde

También se ha visto en una más reciente, promovido por la Universidad de Barcelona y el Ciber de Fragilidad y Envejecimiento (CiberFES), que mostraba una asociación protectora entre los metabolitos derivados del cacao, el café, las setas y el vino tinto y el metabolismo microbiano de los alimentos ricos en polifenoles (manzana, cacao, té verde, arándanos, naranjas o granadas) en el deterioro cognitivo en personas mayores.

La influencia de los nutrientes en la enfermedad neurodegenerativa es también objeto de análisis en el estudio Pensa. Esta investigación evalúa si la combinación de un programa de intervención multimodal intensiva sobre los hábitos de vida y la ingesta de un preparado nutricional basado en un componente del té verde, la epigalocatequina galato (ECGC), puede frenar el deterioro cognitivo, en fases previas a la aparición de demencia.

Llevado a cabo por investigadores del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) y del Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC) -centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall financiado por la Asociación de Alzheimer estadounidense y el Instituto de Salud Carlos III.


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